sábado, 2 de noviembre de 2013

La gestión privada es necesaria.

    A pesar de que ya hice referencia a este tema en entradas anteriores, me gustaría reafirmarlo con ciertos datos y con  mi opinión.

    En la actualidad, el debate en España sobre la sanidad, se centra en una gran cuestión: sanidad pública o sanidad privada. Pues bien, olvidemos estos dos conceptos y hablemos de sanidad pública y gestión privada, ambos modelos de sanidad no deberían de ser excluyentes, deberían complementarse supliendo uno las deficiencias del otro.

    Gestión, esa es la palabra clave, sino, explíquenme ¿Cómo puede haber lista de espera para operar a personas con enfermedades graves? ¿Cómo puede haber gente ''delirando'' prácticamente en pasillos de hospitales? Pensarán que es una exageración, pero yo he compartido sala de espera con una persona en camilla que por desgracia estaba bastante grave, y aún así, estaba en sala de espera al igual que el que acude por un catarro. ¿Cómo puede  suceder esto, si el número de médicos ha pasado de 45.000 a 70.000 en cinco años, y disponemos de una cantidad superior de hospitales a la de muchos países? Muy sencillo, se llama mala gestión. Es ahora cuando se necesita dar un vuelco a la sanidad en ese sentido y adoptar un método de gestión privada, pues aunque se ponga muy costosa, económicamente hablando, como queja hacia la privatización de la gestión, la mayoría no tiene en cuenta que la sanidad pública no es gratis, nosotros con los impuestos la financiamos.
Entonces díganme, ¿Qué problema hay cuando se habla de privatización de la gestión?
    

1 comentario:

  1. A tu última pregunta te contesto muy facilmente Carlos, no hay otro problema que el miedo a perder la condición de funcionario, miedo a perder el "blindaje" del puesto de trabajo; ¿alguien ha visto alguna vez a un funcionario que sea despedido por baja productividad, regulación o cualquier otro aspecto que sí es común en la empresa privada?. El funcionario de la sanidad teme perder esas prerrogativas y utilizan en sus huelgas elementos de convicción absurdos como la pérdida de la calidad de los servicios, el cierre de hospitales, etc.

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